Tras 12 años de enfrentamiento bélico en El Salvador, en 1992, el país puso fin a un prolongado conflicto armado, por la vía del diálogo y la negociación. El proceso de paz salvadoreño demostró que el diálogo y la escucha pueden solucionar controversias y abrir paso al florecimiento de la sociedad, a una construcción conjunta donde las oportunidades de fortalecer la institucionalidad y la participación democrática sean tangibles, aunque requieran trabajo constante.
Los Acuerdos de Paz de El Salvador representan un legado tanto para la población salvadoreña como para América Latina. Los aprendizajes del proceso para su construcción, para la negociación de su texto, así como sus múltiples impactos positivos, han sido consulta obligatoria para procesos y acuerdos similares. Si bien acuerdos posteriores, respondiendo a su propio tiempo y contexto, han sumado nuevas temáticas y actores en su desarrollo, todos han buscado establecer unos mínimos para la convivencia pacífica; mínimos que no permiten retroceso.
El conflicto armado al que respondieron fue la violenta culminación de una larga historia de abusos de poder e irrespeto a las exigencias de la democracia. Este abuso de poder fue, poco a poco, agravándose en el último siglo. Desde los años 30 del siglo XX, la conducción del aparato estatal estuvo en manos de oficiales militares, con el apoyo de fuertes élites económicas. Los golpes de Estado militares, la falta de transparencia y confianza en resultados electorales, la violación a los derechos humanosy la limitación del ejercicio de las libertades ciudadanas eran la cotidianidad del país. Esta situación se profundizó en los años 70, cuando se produjo una manipulación de los procesos electorales que desembocó en la represión violenta a los movimientos populares. En este contexto surgieron los grupos armados clandestinos que luego conformaron el Frente Farabundo Martí para la Liberación Nacional (FMLN).
A treinta años de la firma de los Acuerdos de Paz, es pertinente hacer una sucinta reflexión sobre su alcance, esperado y no esperado, y las limitaciones de su implementación, así como destacar la relevancia de su legado para El Salvador y como experiencia para otros procesos de superación de conflictos.